jueves, 9 de febrero de 2012
El Diamante - de Jodorowsky
Un día, un barrendero de Alejandría encontró, mientras limpiaba una acera, una magnifica piedra preciosa. Pensó maravillado:
-¿Será un diamante? Iré a ver al joyero para que la examine.
Se dirigió al punto a ver al experto. Éste le dijo:
-Es, efectivamente un diamante. El problema es que aquí nadie podrá decirte su valor. Para saberlo tendrás que ir a Inglaterra.
-¡A Inglaterra! –respondió el barrendero atónito. –Pero como puedo ir yo allí?
-¡Espabílate!
El hombre vendió todo cuanto tenía, fue a ver a un pirata que poseía una nave y le dijo:
-No tengo más que este diamante… Y es preciso que vaya a Inglaterra para que me lo valoren. Te pagaré una vez allí, cuando la haya vendido.
El pirata aceptó. Ordenó a la tripulación que le dieran el mejor camarote y rodeó de respeto a su nuevo viajero, pues se trataba de un hombre rico.
El viaje se desarrolló tranquilamente. Pero un buen día, tras haber comido, el barrendero se durmió en la mesa, con el diamante cerca de él. Durante su sueño, vino un miembro de la tripulación a limpiar el camarote. Cogió el mantel sin prestar atención y lo sacudió por encima de la borda… y el diamante desapareció junto con las migajas en el océano…Al despertar, el árabe se sintió morir. Se dio cuenta de que se hallaba en una situación extremadamente precaria, ya que no tenía nada con que pagar su viaje. Sabía lo que le esperaba. Se dijo:
-¡Si me dejo vencer por el desánimo, mi muerte es segura!… Trataré de poner buena cara al mal tiempo y esperaré a ver que pasa.
Y esto es lo que hizo. Abandonó el camarote como si nada ocurriera y fingió una serenidad absoluta. El viaje siguió sin más problemas. Aunque no le llegaba la camisa al cuerpo, nuestro hombre no dejo transcurrir nada y el pirata se siguió mostrando tan respetuoso como antes con él. Un buen día, este último le dijo:
-Tengo una cosa importante que preguntarle. Es usted un hombre poderoso. Siento por usted una gran admiración. Sabe que la nave va cargada de trigo. El problema es que al llegar a Inglaterra, las autoridades no querrán confiar en mí. Puede que me pidan que pague unas tasas exuberantes… O tal que esta carga la he robado… No sé qué problemas me van a caer, pero a fin de evitarlos, ¿Me permitiría poner este cargamento a su nombre? El barrendero aceptó sin discusión. El pirata añadió:
-En Inglaterra, ya lo arreglamos. Le dará una comisión.
El pirata le hizo firmar distinto papeles que hicieron al árabe propietario de toda la carga. Una vez en Inglaterra, el pirata vendió su cargamento a muy buen precio. Se vio en posesión de una gran fortuna, pero fulminado por un repentino ataque cardiaco murió justo después. El producto de la venta fue a parar entonces a nuestro barrendero que finalmente se salió con la suya y se hizo rico.
*
Dice Alejandro Jodorowsky que a veces encontramos el tesoro de nuestra alegría. Estamos sumamente contentos y comenzamos a disfrutar de él, pero llega la adversidad. Es en ese momento, sean cuales sean las razones que empañen tu alegría, cuando hay que resistir con valor. No rendirse. Hay que aguantar con fe, con o sin esperanza y esperar a ver que pasa.
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jueves, 9 de febrero de 2012
El Diamante - de Jodorowsky
Un día, un barrendero de Alejandría encontró, mientras limpiaba una acera, una magnifica piedra preciosa. Pensó maravillado:
-¿Será un diamante? Iré a ver al joyero para que la examine.
Se dirigió al punto a ver al experto. Éste le dijo:
-Es, efectivamente un diamante. El problema es que aquí nadie podrá decirte su valor. Para saberlo tendrás que ir a Inglaterra.
-¡A Inglaterra! –respondió el barrendero atónito. –Pero como puedo ir yo allí?
-¡Espabílate!
El hombre vendió todo cuanto tenía, fue a ver a un pirata que poseía una nave y le dijo:
-No tengo más que este diamante… Y es preciso que vaya a Inglaterra para que me lo valoren. Te pagaré una vez allí, cuando la haya vendido.
El pirata aceptó. Ordenó a la tripulación que le dieran el mejor camarote y rodeó de respeto a su nuevo viajero, pues se trataba de un hombre rico.
El viaje se desarrolló tranquilamente. Pero un buen día, tras haber comido, el barrendero se durmió en la mesa, con el diamante cerca de él. Durante su sueño, vino un miembro de la tripulación a limpiar el camarote. Cogió el mantel sin prestar atención y lo sacudió por encima de la borda… y el diamante desapareció junto con las migajas en el océano…Al despertar, el árabe se sintió morir. Se dio cuenta de que se hallaba en una situación extremadamente precaria, ya que no tenía nada con que pagar su viaje. Sabía lo que le esperaba. Se dijo:
-¡Si me dejo vencer por el desánimo, mi muerte es segura!… Trataré de poner buena cara al mal tiempo y esperaré a ver que pasa.
Y esto es lo que hizo. Abandonó el camarote como si nada ocurriera y fingió una serenidad absoluta. El viaje siguió sin más problemas. Aunque no le llegaba la camisa al cuerpo, nuestro hombre no dejo transcurrir nada y el pirata se siguió mostrando tan respetuoso como antes con él. Un buen día, este último le dijo:
-Tengo una cosa importante que preguntarle. Es usted un hombre poderoso. Siento por usted una gran admiración. Sabe que la nave va cargada de trigo. El problema es que al llegar a Inglaterra, las autoridades no querrán confiar en mí. Puede que me pidan que pague unas tasas exuberantes… O tal que esta carga la he robado… No sé qué problemas me van a caer, pero a fin de evitarlos, ¿Me permitiría poner este cargamento a su nombre? El barrendero aceptó sin discusión. El pirata añadió:
-En Inglaterra, ya lo arreglamos. Le dará una comisión.
El pirata le hizo firmar distinto papeles que hicieron al árabe propietario de toda la carga. Una vez en Inglaterra, el pirata vendió su cargamento a muy buen precio. Se vio en posesión de una gran fortuna, pero fulminado por un repentino ataque cardiaco murió justo después. El producto de la venta fue a parar entonces a nuestro barrendero que finalmente se salió con la suya y se hizo rico.
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Dice Alejandro Jodorowsky que a veces encontramos el tesoro de nuestra alegría. Estamos sumamente contentos y comenzamos a disfrutar de él, pero llega la adversidad. Es en ese momento, sean cuales sean las razones que empañen tu alegría, cuando hay que resistir con valor. No rendirse. Hay que aguantar con fe, con o sin esperanza y esperar a ver que pasa.
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